JUAN CARLOS MESTRE
RETRATO DE FAMILIA
Ciego de Ávila, provincia de Camagüey, isla de Cuba.
Mi abuelo tocaba el clarinete
y tenía un cinturón con hebilla de oro.
Esto sucede en 1920, delante de una tela pintada
con palmeras y pájaros que habrían de ser multicolores.
En una calle de La Habana, recién llegado de Vigo,
Leonardo Mestre le compró a su novia una peineta de carey.
Están los dos, él lánguido de ojos y con un traje de lino,
ella, bajo la luz de los trópicos, es bella y me mira.
Han conocido el ancho cielo
y los grandes peces de los mares,
su juventud es dichosa
como la aventura que acaban de descubrir.
Entonces se han colocado para la fotografía
y con ella, como el que es alegre y vencido por el amor
entran en el hermoso sueño de la vida.
Ya nada pudo separarlos, sólo ellos saben
por qué fue aquel el instante preciso del milagro.
Yo podría continuar esta historia
pero no sé si en 1920 había chevrolets en Cuba.
*
En la vida de un hombre siempre hay una mañana para la calamidad,
una mañana regida por las multiplicaciones del símbolo y la idolatría
órfica de la perduración.
En la vida de un hombre hay almacenes llenos de objetos y maderas
con insectos,
hay tensos mundos artificiales y canales por los que discurre la sangre
hasta los vasos,
hay fósforo y sonido del delirio del fósforo,
la respiración de un tigre y la mano del desobediente cortada,
hay calor entre un semejante y otro y hay destrucción
porque existe en ellos la proximidad y el imán que la ahuyenta.
En la vida de un hombre hay zapatos usados por un padre,
hay profusas noches que luego nos darán temor, hay cuerpos de
adivina,
cuerpos por primera vez, espantosos labios con rencor, la voz que nos
conoce
y se queda ahí mirándonos como una res moribunda en el estanque
helado.
En la vida de un hombre lo que tiene importancia y lo que no tiene
importancia,
lo que se resiste a desaparecer, la aparición de una ciudad, el
cansancio de los viajeros,
lo que favorece la ambición y lo que elogia la idea de abstenerse,
la duda moral de una vida solitaria, el descargo de multiplicarse en
otros.
*
A las puertas del corazón ante la luz prohibida
cerraré los ojos como si me hubiera muerto y clamaré por ti,
a los animales grises, a las rebosantes copas del bebedor más ávido,
a la niña clavada en la espina de su rosa y al pastor bizantino preguntaré por ti,
al eterno profeta en su cabaña de nubes esmaltadas y piedras pensativas,
al árbol de la ciencia y a los frutos del mal preguntaré por ti.
He embalado mis pertenencias para un largo viaje,
me voy donde al creyente a un claustro de estrellas lo llaman las campanas,
ya nunca será fácil regresar si es otoño y en el Tíber azulado hay gaviotas,
porque tú estarás ahí entre los pensamientos muertos detenida entre las ramas,
entre la broza quieta, música sin alma,
porque tú estarás ahí y nadie al pasar sobre los puentes se detendrá un instante para
verte,
nadie te mirará, nadie al sonreír con otro estará pensando en ti,
y tú mi única defensa, mi boca con lumbre vencida por lo adverso,
desaparecerás del mundo y de las cosas que dieron sentido a la belleza del mundo,
desaparecerás por un día y otro día y luego desaparecerás para siempre
y yo ya no sabré dónde buscarte y yo ya no sabré dónde saberte,
bajaré a encontrarte en los canales, removeré las piedras, iré a las raíces de los árboles,
regresaré sin ti de los agitados torbellinos, dormiré solo en los templos,
no fuimos los que huyen, no espejo de uno frente a otro en el combate,
ausentes entre aquéllos, acaso los felices, fuimos los que existen.
De “Non importa ormai vivere bensì la vita”, Arcipelago Itaca Edizioni 2019, traducción por Tomaso Pieragnolo.